Personaje

Los planes de Agustín Huneeus, después de la condena

Han pasado poco más de cinco meses desde que el empresario viñatero salió de la cárcel de Atwater, EEUU, luego de cometer fraude para que su hija entrara a la universidad. ¿Cómo vivió el encierro? ¿Quiénes lo han acompañado?¿Cuáles son sus planes ahora afuera de la industria?

Por: María José Gutiérrez y María José López | Publicado: Domingo 30 de agosto de 2020 a las 04:00 hrs.
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La tarde del 17 de marzo, Agustín Francisco Huneeus Quesney (54) tomó sus cosas y caminó hacia la puerta del penal Atwater. Ahí lo esperaban su mujer Macarena Jaramillo y sus cuatro hijas. Las abrazó, les pidió perdón. “Se siente muy culpable. Quiere partir de nuevo la vida. Y en eso ha estado desde entonces”, cuentan en el entorno del empresario vitivinícola condenado por conspirar para cometer fraude para asegurarle el cupo en la Universidad de California del Sur a su segunda hija. 

El expresidente de Huneeus Vintners y Quintessa salió más flaco del penal. También más canoso. Y dejó atrás cerca de 30 años ligados a la industria del vino, donde llegó a ser embajador del Napa Valley Festival -la feria vitivinícola más importante de la zona- y a ocupar la portada de la prestigiosa revista Wine Spectator. El escándalo lo obligó a poner el negocio en manos de su padre, Agustín Huneeus Cox, y desvincularse del rubro. En principio, para siempre. 

Ese martes, recorrieron poco más de 200 kilómetros hasta su casa en el suburbio de Sausalito, a 20 kilómetros de San Francisco. La propiedad fue comprada antes de que estallara el caso y durante 2019 estuvo en trabajos de remodelación. Huneeus no pudo estar para la mudanza. Y durmió en la nueva casa por primera vez ese día. El mismo cuya mañana la jueza Indira Talwani falló a su favor, permitiéndole salir del recinto penitenciario dos semanas antes de cumplir los cinco meses estipulados, debido a los casos de Covid-19 que estaban afectando a las cárceles estadounidenses. En la decisión de la magistrada pesó no solo la cercanía de su plazo de salida, su buen comportamiento, que se tratara de un crimen menor, y el cumplimiento de los acuerdos a los que llegó durante su condena. “Agustín tiene una condicion inmunodepresiva también”, señalan en su círculo.

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Desde entonces ha estado entre su casa en Sausalito y la propiedad que tiene en Stinson Beach, ubicada a una hora de San Francisco, siempre acompañado de sus familiares más directos. “Es los ojos de Cucho”, dice una persona muy cercana al empresario de 85 años que conquistó las tierras californianas en los 70 con sus vinos. “Para ellos esto fue un huracán”, agrega.  “Lo han sufrido juntos y esto jamás significó un alejamiento”. Por el contrario: el ex dueño de Veramonte además de hacerse cargo del negocio, mantiene conversaciones diarias con su único hijo hombre, e incluso “ha alojado varias veces en su casa”, relatan.

Por lo pronto, Agustín Francisco está bajo libertad vigilada por dos años. Ni hablar de volver a trabajar en nada que se relacione a los vinos: una de las condiciones que establece la ley norteamericana para operar en esa industria es tener antecedentes penales limpios. Cuestión que él ya no cumple. “Eso lo tiene afectado”, dicen en su círculo. 

Mientras, está dedicado a capacitar por Zoom a personas que han sido seleccionadas en programas del gobierno para emprender: es parte de las 500 horas de trabajo comunitario a las que fue sentenciado, además de la cárcel y del pago de una multa de US$ 100 mil. 

Overol, camarote y comida envasada

Apenas entró al penal el 4 de noviembre dejó su ropa en una caja y se puso el uniforme de los condenados: una especie de overol de jeans azul. Se instaló en uno de los 140 camarotes que se encuentran distribuidos por los bordes de cada galpón. Al centro había un espacio común con algunos pupitres de colegio donde podía sentarse a leer y conectarse a escribir emails en uno de los tres computadores que habían para los más de cien reclusos de esa pieza. De comida, solo productos envasados: arroz, papas, pollo y cerdo congelado. Cada día Huneeus Quesney hacía ejercicio en el gimnasio exterior para mantenerse activo: siempre ha sido fanático del trote y de la bicicleta en cerros. 

Atwater es un centro de mínima seguridad que alberga a condenados por delitos no violentos. Durante los casi cinco meses que estuvo ahí, Huneeus jr. tuvo derecho a usar un teléfono fijo compartido para hablar con un listado de personas restringido hasta 300 minutos al mes. Cada sábado, domingo y festivo recibió visitas: su mujer y sus cuatro hijas; sus padres; su primo y abogado del holding familiar, Alejandro Huneeus; su amigo chileno Daniel Vicuña; y su hermana Alexandra, académica de la Universidad de Wisconsin. A ella, dicen, le costó mucho enfrentar el tema reputacional: que su hermano dañara el apellido. Eso generó un quiebre entre ambos. Sin embargo, aclaran en su círculo, Alexandra no solo lo visitó en la cárcel, sino también lo acompañó en Boston el día de la sentencia, el 4 de octubre, que “fue el más duro del proceso” a ojos de la familia.

Su tío, el escritor Pablo Huneeus, dice: “Lo que no ha hecho es compensarnos por el daño que le ha hecho a la marca familiar. A una familia que vive de la marca, es muchísimo. Se han cerrado todas las puertas. Yo vendo mucho libro presencial en ferias, y esto, sumado a otros factores, como la pandemia, ha generado un enorme daño”, argumenta el escritor y padre de Alejandro, abogado del holding vitivinícola.

A “Cucho hijo”, como le dicen en el mundo del vino, lo describen como una persona poco sociable. Esto se hizo aún más patente en el penal. “Tenía miedo de que lo involucraran en alguna truchedad. De repente hacían allanamientos y encontraban teléfonos, o hacían alcolemias y encontraban que los tipos habían tomado. Por eso se mantuvo al margen”, relata una persona que lo conoce de cerca. “Contó varias historias que lo impactaron: un tipo que estaba preso por alterar una cifra de un contrato con Correos para maximizar el descuento por volumen; otro que era inspector de seguridad en un aeropuerto y estaba en la cárcel por robarse un Xbox de una maleta”, agrega la misma fuente. 

En esas visitas, solía repetir: “Quiero hacerla corta y salir bien”. 

Puertas adentro

Cuando estalló la Operación Varsity Blues el 12 de marzo de 2019 tuvieron que pasar varios días antes de que Agustín Huneeus Quesney y su mujer respondieran los mensajes de Whatsapp y las llamadas de sus amigos. Una vez que lo hicieron, las palabras del acusado delataban “una profunda resignación y un arrepentimiento absoluto”. “Sin perjuicio de la tremenda cagada, dio la cara y reconoció el error desde el comienzo”, explica una persona que lo conoce desde hace varios años. 

La decoradora Macarena Huneeus (en EEUU tomó el apellido de su marido) ha tenido que asumir un rol de “mujer fuerte”, bajándole el perfil a la situación: “No es como las cárceles chilenas, aquí hay mejores condiciones, Agustín está bien”, contestaba a las preguntas de su entorno. “Más que bajar el perfil, lo que ella plantea es que él no es una mala persona, sino que cometió un error y se dejó seducir por un delincuente. Porque cuando William Singer comienza a ofrecerle el deal a Agustín, ya estaba colaborando con el FBI”, argumenta un cercano a la pareja. 

La hija mayor del matrimonio, que está terminando su carrera universitaria en una prestigiosa universidad estadounidense, regresó a la casa por el coronavirus. 

“Esta nueva etapa ha sido de mucha y sincera reflexión. Agustín la ha vivido fundamentalmente junto a su familia. La pandemia ha servido de catalizador para aprovechar el presente con ellos y mirar con calma y humildad el futuro. Todo esto sumado al trabajo comunitario que está realizando”, dice un amigo californiano de la familia.

U2 y el ego

“El ego me derribó”, dijo Huneeus Quesney el día de la sentencia. 

Liberal; activo financista del Partido Demócrata, al igual que su padre -acaban de hacer una donación al bloque-; creció en la cuna californiana y, según cuentan las personas que lo conocen, allí se rodea principalmente de personas “muy exigentes” y “muy exitistas”. 

“Tomaba un avión y partían con las niñitas a Grecia, después al refugio que tienen a una hora del lago Tohoe”, cuenta una amiga. “Se mueve en un ambiente que hizo que se viera nublado por el éxito. Y hasta ahora, donde había estado, había destacado”, agrega un cercano a la familia.

Esa tesis es la que más se escucha entre quienes lo conocen. Juan Carlos Eyzaguirre, quien trabajó como director de la viña en Chile, es uno de ellos: “Doy fe que es una persona correctísima en los negocios. Durante 6 años estuve en Veramonte y tengo la mejor impresión de él como empresario”. 

Amigo de Wenceslao Casares y The Edge, el guitarrista de U2, fue precisamente un concierto de la banda que lidera Bono, lo que lo trajo a Chile por última vez en 2018: organizó un viaje relámpago para llevar al músico -fanático de los vinos- a pasear por el Valle de Casablanca. 

En Santiago mantiene a sus amigos del Colegio Saint George, donde estudió, como son el cineasta Andrés Wood y Daniel Vicuña. “Él siempre ha querido que sus hijas tengan un lazo con Chile”, comenta una persona que lo conoce desde hace muchos años. Por eso, hasta antes del escándalo venían uno o dos meses y las inscribía en el colegio Villa María para que tuvieran amigas locales, cuenta. Durante esas visitas, la familia aloja en el departamento que poseen frente a la Plaza del Hoyo, en Vitacura, ahora ocupado por la mamá de Jaramillo. 

Los chocolates

En estos últimos días Huneeus jr. fue a visitar a su padre al campo en Quintessa. El octogenario es hoy quien figura a la cabeza del negocio, que le fue cedido dos días después de hacerse público el caso en marzo de 2019. Ese mismo día se eliminaron las fotos y registros del hijo, y se reemplazaron por las de Huneeus Cox. A través de la sociedad Huneeus Wines, el padre controla hoy el holding.

“En los últimos años le había estado comprando la empresa a su papá. Y después de que vendió The Prisioner en 2016 a la viña Constellation -en US$ 285 millones- , terminó de adquirirla. Pero ocurrió esto y se vio obligado a salir”, explica un amigo del patriarca. “Hoy se mantiene como socio pasivo”, agrega.

“Cucho (papá) ha estado profesionalizando la firma con administrativos externos a la familia”, relata una persona que ha mirado el negocio. El hombre clave ahí es Nick Withers, presidente de la compañía que aterrizó en julio del año pasado. En tanto, Quintessa, la marca ícono del holding, es liderada por Rodrigo Soto, quien llegó como gerente general en 2018. Él está, además, a cargo de la viticultura a nivel macro. 

Ahora afuera del negocio viñatero, Huneeus Quisney, quien tiene un MBA en Kellog, está mirando pequeñas empresas y startups donde poner sus fichas. “Su lado es el marketing, la comercializacion. Lo que le gusta es el mundo del consumidor”, asegura una fuente cercana a él. 

Años atrás, antes de meterse en los vinos, Huneeus jr. pensó hacer un negocio de chocolates. Para eso recorrió Centroamérica en busca de las mejores plantaciones de cacao. El proyecto nunca se completó. Ahora, comentan, estaría pensando retomarlo. 

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